Victoria de los verdes en el Garden en un partido entre dos candidatos al título. Giannis, desmadejado, discute con su entrenador en una escena preocupante.
Las cosas no van bien para los Bucks por mucho que su récord sea positivo. En concreto, de 10-5 tras la derrota ante uno de sus rivales directos, unos Celtics que se ponen 12-3 y dominan con puño de hierro la Conferencia Este. Pero ese no es el único problema para la franquicia de Milwaukee: las sensaciones son malas, el nivel de Khris Middleton preocupante, la adaptación de Damian Lillard intermitente… Muchas situaciones complejas que se han agravado hoy con Giannis Antetokounmpo, que tuvo una discusión pública con su entrenador en el tercer cuarto. Adrian Griffin intentó introducir en pista a su estrella, en ese momento en el banquillo, por Bobby Portis, a lo que el griego se negó. Una conversación posterior con malas caras aireó la situación para que finalmente Giannis entrara, esta vez por Brook Lopez y no por Portis. Mala cosa.
La escena podría haber sido anecdótica de no ser por la difícil situación que viven los Bucks y porque se de a inicios de temporada. Por un lado, el fichaje de Adrian Griffin se hizo con el beneplácito de Antetokounmpo, al igual que el fichaje de Lillard, la estrella demandada por el jugador franquicia para dar un salto adelante. Esto propició la salida de Mike Budenholzer primero y la de Jrue Holiday después, en el traspaso en el que llegó el nuevo base procedente de Portland. Y si bien el adiós del técnico estaba cantado por mucho que fuera el hacedor del anillo de 2021, el primero de la entidad en 50 años, el segundo movimiento fue muy arriesgado por el buen hacer de Holiday, un hombre muy seguro que funciona en los dos lados de la pista, y el aterrizaje de un Lillard acostumbrado a hacer lo que quería en sus 11 años en los Blazers, donde se ganó esa vitola de gran jugador en un equipo que nunca aspiraba a mucho más que los playoffs.
La escena podría haber sido anecdótica de no ser por la difícil situación que viven los Bucks y porque se de a inicios de temporada. Por un lado, el fichaje de Adrian Griffin se hizo con el beneplácito de Antetokounmpo, al igual que el fichaje de Lillard, la estrella demandada por el jugador franquicia para dar un salto adelante. Esto propició la salida de Mike Budenholzer primero y la de Jrue Holiday después, en el traspaso en el que llegó el nuevo base procedente de Portland. Y si bien el adiós del técnico estaba cantado por mucho que fuera el hacedor del anillo de 2021, el primero de la entidad en 50 años, el segundo movimiento fue muy arriesgado por el buen hacer de Holiday, un hombre muy seguro que funciona en los dos lados de la pista, y el aterrizaje de un Lillard acostumbrado a hacer lo que quería en sus 11 años en los Blazers, donde se ganó esa vitola de gran jugador en un equipo que nunca aspiraba a mucho más que los playoffs.
La coralidad fue el denominador común del equipo de Joe Mazzula: 26 puntos de Jaylen Brown, 23+11+4 de Jayson Tatum y 21 de Kristaps Porzingis. Lanzaron por encima del 50% en tiros de campo y del 40% en triples, compensando así sus 15 pérdidas. Y secaron a Giannis, que acabó desquiciado y cediendo las últimas posesiones a un Lillard que jugaba de la misma forma cuando acertaba que cuando no. El griego se fue a 21 tantos y 13 rechaces, se quedó en un pobre 7 de 20 en tiros de campo y 0 de 3 en triples. Superado por los voluminosos puestos que los Celtics metían en la zona y el físico que les permitía luego llegar a las ayudas en los triples, no hubo posibilidad. Ni movimiento de balón que permitiera lanzamientos liberados, algo en lo que se ceba mucho Lillard sin permitir la distribución: lanza 9 por noche, demasiados para que el juego no se resienta. Algo que, ante un rival de nivel como los Celtics, siempre termina ocurriendo.
Los Bucks necesitan un respiro en el rincón de pensar. Giannis ya ha renovado de forma millonaria, pero ahora las cosas tienen que funcionar. Griffin tiene mucho que demostrar para escapar de la vitola, convertida en acusación, de haber sido elegido a dedo por Antetokounmpo y no por la dirección de la franquicia. Y Lillard tiene que acostumbrarse al hecho de que este equipo no es suyo y que hay forma de jugar al baloncesto distintas a las que estaba acostumbrado en los Blazers. Todo eso y mucho más deben hacer los Bucks, que olvidan de un plumazo las buenas vibras procedentes de las 5 victorias consecutivas que sumaban y dan un paso atrás, no por la derrota, sino por el rival y la imagen mostrada. Y si eso se une al momento protagonizado por Giannis y Griffin, pero todavía. Una vez más: mala cosa.
Fuente: As