El “decano” de Arquitectura de la UCV

Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella danzante Nietzsche

Ojalá esta cita de Nietzsche nos sirviera como epígrafe para colmar las paredes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV. Pues, otra vez, el arrebato de un espacio oficial a la burocracia académica no produce llamados al orden, a la defensa de lo establecido y a sanciones para el responsable de tales agravios.

La polémica se ha generado a partir de la única circunstancia que ha incidido de manera negativa en la posibilidad real de resarcir los daños ocasionados: si el siempre cuestionado “decano” de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela (UCV) sintiera vergüenza, renunciaría. En tal sentido, estamos obligados a solicitarle la dimisión, en el entendido de que esta iniciativa lleva implícita la idea de abrir un debate, el cual consideramos de notable interés para todo el país, por tratarse de la particular relevancia la falta de conciencia ética en la necesidad de preservar y respetar la infraestructura histórica de la UCV y su legado arquitectónico.

I Derechos culturales y humanos

He escatimado esfuerzo para llamar la atención de la opinión pública ante la indiferencia y destrucción de nuestros valores culturales, patrimoniales e históricos. El atraso y el drama en que nos encontramos en la materia justifican que desarrollemos esta temática ante la comunidad nacional.

Desde el mismo momento que asumí la responsabilidad de denunciar, esta lucha nos convirtió a todos en voceros del clamor por reivindicar el derecho irrenunciable a defender «los derechos culturales como derechos humanos».

Subyace una premisa fundamental: la lucha emprendida con el objeto de que la valoración y salvaguarda del patrimonio material e inmaterial como bien de interés cultural ocupe un lugar privilegiado en las acciones de restauración y mantenimiento de las edificaciones existentes de la ciudad universitaria de Caracas. La UCV fue el primer campus de Latinoamérica en recibir la distinción de patrimonio mundial por la Unesco, por representar “una obra de arte de un genio creador humano” y ser “ejemplo de realización coherente de ideales urbanos y arquitectónicos del siglo XX”, las cuales reúnen una serie de cualidades formales, funcionales, espaciales y de implantación que merecen ser salvaguardadas para que puedan ser disfrutadas por las generaciones futuras.

II Instrumentos legales y gerenciales

La escasez de recursos económicos, humanos, la ignorancia de la dirigencia política y las comunidades, así como la inexistencia de instrumentos legales y gerenciales han impedido que el patrimonio cultural sea adecuadamente estudiado y protegido para preservarlo de su destrucción, a pesar de la existencia de una normativa para la protección del patrimonio en el ámbito internacional (Convenciones y Recomendaciones de la Unesco sobre la Protección del Patrimonio Cultural, 1983), a nivel nacional (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 1999).

La Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural (2006), la cual es insuficiente, resulta un marco jurídico muy débil por la falta de instrumentos legales que permitan defender su subsistencia, aquellas edificaciones declaradas patrimonio, no tienen ninguna defensa y corren el riesgo de desaparecer, al ser demolidas o transformadas, además de la poca voluntad política del IPC como máxima autoridad para proteger en caso de ser declarados patrimonio.

III Las interpretaciones del Ferrari

Al principio, la cosa llegó como un chisme de pasillo: ¿Te enteraste del … que se armó con la exposición del Ferrari? Y es que el reconocido diseñador automotriz de Pininfarina, Maurizio Corbi, compartió sus conocimientos con estudiantes ucevistas. Y llegó el “decano” volviendo leña la integridad del patrimonio cultural y arquitectónico de la UCV, con el único fin de alterar la puerta del vestíbulo del auditorio para facilitar el acceso de un Ferrari.

Y yo, quien fui uno de esos críticos que puso la alerta, tuve que fundamentar de manera urgente, para que todos entendiéramos claramente lo que había sucedido. Y no me salgan con que se trata de interpretaciones. Más allá de las versiones sobre lo que dijeron esos “asistentes especiales”, estudiantes y profesores, sin creer, a pies juntillas, que se escucharon frases como:

o ¡Una exposición como esta no puede pasar en una escuela de arquitectura!

o ¡Esto no tuvo consulta!

o ¡Que atrevimiento, meter en el vestíbulo un Ferrari!

o ¡Esto solo es una exposición del reconocido diseñador automotriz!

o ¡Esto no tuvo autorización de nadie!

Lo incontestable es que se constituyó –por la vía de los hechos- un jurado especial, orquestado por el propio “decano”, que se consideró autoridad máxima para desconocer lo que ya había sido evaluado por el consejo de la facultad y, aun así, demolió la puerta del vestíbulo del auditorio.

Pero pasando al fondo del problema, digo al fondo, porque de lo que hasta ahora hemos hablado es de los aspectos formales del problema suscitado. Me explico, antes de entrar en esto de volvió “leña” la puerta del vestíbulo del auditorio, lo cual es, evidentemente, el centro del problema y no de arquitectura, como seguramente quisiera ese “decano” presentarlo. El fondo es que la exposición del Ferrari por parte de Maurizio Corbi era una birria, un fraude y así lo demostraba la coincidencia de juicios del reconocido diseñador automotriz de Pininfarina, quien compartió sus conocimientos con estudiantes ucevistas. Pues, quienes crean eso están equivocados, en esa exposición, tal como lo he querido demostrar, no hubo profundidad porque no se tomaron la molestia de entender la propuesta sublimar: ¡Gradúese de arquitecto y compre un Ferrari!

Lo que debe haber abundado fue la “floricultura” sobre el Ferrari rojo –a pesar del cinturón de seguridad existente-, y lo de industrializado, al carajo. Esa fue la instancia de que estos señores de la arquitectura nos tienen acostumbrados en sus discursos, con mucha habilidad en el lenguaje y en el manejo de la información. Habilidad en el oficio al que se han dedicado, que, entre otras cosas, requiere estar siempre al día, a la moda.

Y es que sin estas exquisiteces y desplantes a los que nos tienen acostumbrados las autoridades de la UCV -sean de arquitectura, de arte, de vehículos, de modas-, están allí de nuevo, son los mismos fantasmas, los mismos prejuicios y las mismas posturas recalcitrantes. Da lo mismo, sin los privilegios de las relaciones que entretejen, sin ese mundo y esa audiencia que han conquistado, cualquier juicio emitido perdería todo interés. Sin la resonancia y los halagos que están acostumbrados a recibir, el poder demoledor de sus intereses sería nulo. Por lo que me pregunto:

o ¿Cómo pasar, entonces, frente a la imagen de un Ferrari, extraordinariamente bien diseñado, que estaba allí, como un reto, sin decir ninguna impertinencia?

o ¿Por qué callarse ante el simple detalle de que no estaban presentes los responsables docentes de aquella tentación de ver un Ferrari por primera vez?

o ¿Cómo declinar respetuosamente la crítica, ante la evidencia de la felicidad de todos los estudiantes presentes, poco después aplaudiendo al reconocido diseñador automotriz de Pininfarina?

El fondo del problema es el “decano” de la Facultad de Arquitectura de la UCV. He aquí el problema, es esto lo que hay que debatir. Es sobre esta impune irrupción de arrogancia. O, en todo caso, es sobre esta modalidad académica que se quiere imponer, que debe el “decano” dar explicaciones, pues tal cosa, a mi modo de ver, resulta inadmisible.

En tal contexto, ¿qué hacemos con el Instituto del Patrimonio Cultural de todas las entidades federales y la capital de Venezuela?

Fuente: El Nacional